Todo comenzó como un juego y un acto de gratitud cada mañana. Postear cada día la salida del sol y mi contacto con la naturaleza fue abrirme paso a un mundo completamente nuevo, pero no lo sabía. Inicié inocentemente esa práctica para compartir con las personas que ven mi Instagram y con el deseo de conectar con algo bello que a veces no logramos valorar, apreciar y disfrutar con las prisas diarias.
Abrimos los ojos cada mañana, muchas veces ignorando que allá afuera, al otro lado de la ventana se desarrolla un milagro, se desenvuelve un regalo, se rasga el velo de la oscuridad de la noche anterior para darle paso, para dejarse parir, un nuevo día. Y la luz se hizo de nuevo.
Los likes no eran lo importante. Todo cobró relevancia cuando en respuesta me enviaron un día otro amanecer, de la misma hora, en otro lado del mundo. Qué tan cerca, qué tan lejos no era lo importante. Era el hecho de darme cuenta de que para ti y para mí, amanece el mismo sol de maneras nuevas, personales, distintas y mágicamente peculiares.
Siento respeto por quien madruga. Por quien es constante en salir de la cama a la misma hora porque no está obligado a hacerlo, o sería demasiado irrespetuosa si dijera que todos madrugamos queriendo pero; abre sus
ojos y sale de un espacio acolchonado, cálido, suave y agradable como una cama, para dejarse enfriar por la mañana, a veces lluviosa, a veces con vientos y polvareda, a veces cálido y alegre.
Ninguno de estos factores externos detiene al madrugador de su entusiasmo por querer ver el mundo mientras se rasga el velo. Se ha enamorado del misterio del amanecer, a veces no lo sabe, pero lo saborea.
No todos saltamos de la cama, algunos como yo, abrimos los ojos, damos gracias en la quietud, en el silencio, respiramos hondo y salimos de ese vientre que ha cuidado nuestro sueño, por pocas, a veces más horas.
El madrugador conoce las ventajas de ver salir el sol. Un reloj circadiano bien sincronizado, un ánimo por vivir, una energía vital que nos conecta con el amor del sol. Tal vez estoy yendo demasiado lejos, tal vez no todos sintamos esto, pero me gusta pensar que así es.
Y mis soles, que ahora también son tus soles cumplieron su cometido. Que tú yo conectáramos sin saber la belleza que trae esta afinidad sencilla y bella. Agradezco tus soles, agradezco mis soles, es una fiesta de luz en el mundo cada mañana. Algunos privilegiados nos invitamos a celebrarlo. Que nazca este deseo no es natural en todos, y eso está bien.
No hay necesidad de que digas que te gusta. Con que aceptes el regalo, con que veas que cada día tiene su magia… o quizá solo ver que salió el sol, aunque no lo hayas visto ya es algo valioso, ¿No crees?
Algunos regalan su linda figura, otros regalan pensamientos, yo te regalo soles. Porque los soles, para mí, representan un instante personal y único, una visión instantánea de algo misterioso que se abre a nuestros ojos y que tiene la humildad suficiente para dejarse apreciar, valorar y hasta interpretar por nosotros, seres pequeños que necesitamos de estos milagros diarios.